¡OXÍGENO, YA NO AGUANTO MÁS!

¡Quedar sin oxígeno es peligroso! Quedar sin aliento es correr el altísimo riesgo de perder la vida. En lo personal, desconocía lo letal que puede llegar a ser que una persona comience a desaturar oxígeno en su sangre.  De forma directa me tocó vivirlo cuando mi madre, por causa del Covid 19, comenzó a desaturar, fue allí donde la especialista, la doctora intensivista, nos indicó que le debíamos suministrar oxígeno 24/7 porque estaba desaturando. Si la desaturación continuaba podía morir por causa de un paro respiratorio.

¡Qué desagradable debe ser la sensación de ir quedando sin aliento y no poder respirar! ¡Qué horrible debe ser estar conectado a una bombona de oxígeno 24/7! Pero ¡Qué maravilloso es poder respirar por uno mismo, sin necesidad de ventiladores mecánicos!

Cristo nos da vida por medio del aliento

La primera acción de vida humana se describe en el libro de Génesis. Dios insufló en el hombre aliento y fue el hombre un ser viviente. A partir de ese primer aliento, el hombre recibió vida en el alma, en el cuerpo y espíritu. La vida «zoé» llegaría luego mediante otro proceso, pero en esta primera instancia, el hombre ya había recibido los tipos de vida que necesitaría para operar en el ámbito terrenal.

Este primer aliento registrado en el libro de los comienzos, sería sombra, tipo y figura de Cristo como nuestro verdadero aliento de vida. Juan 20:22, señala que el Señor les soplo y les dijo, «Recibid el Espíritu Santo» (RVR, 1960). Con esta acción, Jesús el verbo encarnado estaba anunciando acerca de lo que recibiría la iglesia cuando llegara el Espíritu Santo. Aquí el Cristo encarnado muestra que su aliento es el que le da vida a aquellos que reciben su «neuma», su Espíritu.

En esta escena con los discípulos, es la primera y única vez que Jesús sopló en su ministerio terrenal, solo como para establecer que él era el aliento de vida que el hombre necesitaba. Como él era el cumplimiento de todas las cosas, aquí se cumple que él era el que estaba en aquel primer aliento impartido al hombre en Génesis. En Génesis era un misterio, una sombra, pero ahora se da a conocer como el Cristo que reside en nosotros en forma de oxígeno.

¡Respirar es vida! El aire entra por los pulmones llenando también de oxígeno nuestro cerebro y cada célula del cuerpo. Así opera Cristo en nosotros. Por el Espíritu lo podemos respirar, él llena y expande todo nuestro ser interior. Inspirarlo es sinónimo de vida. Nuestro pulmón espiritual se expande, nuestro cerebro espiritual recibe oxígeno. Es un respirar de vida 24/7. Somos oxigenados cuando lo respiramos a él.

Como generación entendida debemos comprender que Cristo al ser respirado pasa a estar dentro de nuestro organismo, entiéndase bien organismo espiritual. De manera que Cristo como nuestro aire inhalado está dentro de nosotros. Y es precisamente ese aliento de vida el que nos da vida en el Espíritu. Nada más delicioso que respirar sin la necesidad de máquinas artificiales. No hay nada que se compare a vivir la vida sin la necesidad de máquinas religiosas que aparentan ser oxígeno para el hombre cuando en realidad no lo son.

La dinámica de inhalar y exhalar a Cristo como vida

Así como una persona tiene la capacidad de inhalar y exhalar el aire, así la nueva creación tiene la capacidad de inhalar y exhalar a Cristo como oxígeno.  Si por alguna razón dejáramos de inhalar y exhalar el aire estaríamos en gravísimos problemas. De igual forma estaríamos en graves problemas si dejamos de inhalar y exhalar a Cristo.

¿Sabes por qué se nos fue dado el Espíritu? Porque es precisamente el Espíritu el que nos permite inhalar y exhalar a Cristo como nuestro aire espiritual. Esta dinámica de inhalar y exhalar va más allá de que alguien me sople. Esto no tiene nada que ver con algo que el hombre pueda hacer, sino con la función del «neuma» del Espíritu operando en nuestro interior.

Recordemos que la palabra griega «neuma» quiere decir, aliento, sopló, espíritu. En el principio (Génesis) esta dinámica del Espíritu solo se activó para darle vida a Adán, pero Adán no pudo experimentar una dinámica constante del «neuma» del Espíritu operando en él para manifestar a Cristo como vida.

Inhalar y exhalar a Cristo como vida es una dinámica espiritual que se hizo presente después de la muerte y resurrección de Cristo en la cruz. Cuando resucitamos juntamente con él, ahí en esa nueva vida que se estaba manifestando, empezó esta dinámica de inhalar y exhalar a Cristo.

Oxígeno para la ruta

Para permanecer firmes en la ruta, de manera constante y natural debemos inhalar y exhalar a Cristo. Él es nuestro oxígeno, él es nuestro aire. Desviarnos de la ruta es negarnos al aliento de vida. ¿Realmente serías capaz de morir asfixiado? Yo no sería capaz. Desviarnos de la ruta llamada Cristo es correr el riesgo de morir asfixiado. Es correr el riesgo de ir quedando sin aire.

El oxígeno que Adán necesitaba estaba dentro del huerto del Edén. Hoy entendemos que Adán no solo murió por lo que comió, sino que murió porque le faltó oxígeno. Ecológicamente hablando se sabe muy bien que los mares, árboles, bosques y vegetación son emisores de oxígeno. Cuando Adán fue echado no solo se quedó sin alimento, sino que también quedó sin aliento. Lo que sucedió en el principio es una muestra de lo que puede vivir una persona hoy fuera de Cristo.

Aires contaminados

Fuera de Cristo los aires están contaminados. Fuera de Cristo inhalar y exhalar es letal, mortal. Fuera de Cristo los aires son turbios y el clima gris. ¿Hay algo bueno fuera de Cristo? ¿Qué se puede respirar fuera de él que nos haga bien?

En su ruta está todo lo que necesitamos

Si permanecemos en Cristo, en él está todo lo que necesitamos. Hacia dentro de Cristo hay pan, hay agua y vino. Hacia dentro de Cristo hay aliento y oxígeno espiritual. Debemos reconocer que fuimos creados para respirarlo a él aún desde el plano terrenal.  

Palabras finales

Es mi oración que esta palabra puede ser iluminada en nuestros corazones, y por medio de la transformación que ella produce, puedas vivir inspirando, respirando, inhalando y exhalando a Cristo como vida y aliento. Que, así como en este instante respiras el aire de la atmósfera terrenal, puedas respirar el aire de la atmósfera del Hijo en ti.

¿Qué tal si oras conmigo? Padre bueno, te doy gracias por haberme entregado a tu Hijo no solo como alimento sino también como aliento. Gracias por que mi vida espiritual en gran medida es por causa de respirarlo a él. Que haya un deseo, un querer como el hacer para respirarlo a él. Que mi inhalación y exhalación sea solo para él. Amen.

Gracias por quedarte conmigo hasta el final. Les bendigo en Cristo. 

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